(Publicado en Electocracia.com)
Conocer a ciencia cierta los resultados en escaños a estas alturas no está dentro de mis posibilidades, pero sí analizar los datos de los que disponemos y buscar respuestas. Para ello utilizaré dos criterios: participación electoral y organización política.
Participación.
Llevo días escuchando a expertos y no expertos que la participación va a caer y que eso va a hacer variar los resultados del 26J con respecto al 20D. Argumentan que la gente está harta y no va a ir a votar. Que la gente está harta es evidente, sólo hace falta echar un vistazo al CIS o poner el oído en la calle. Ahora bien, no tengo tan claro que la gente no vaya a ir a votar y mucho menos que la abstención se concentre en un partido concreto como para afectar a los resultados. Los datos de participación en Elecciones Generales de los últimos 15 años muestran que la menor participación se produjo en el año 2000 (68,7%) y la mayor en 2004 (75,6%). Teniendo esto en cuenta y conociendo que el 20D la participación fue del 73,2% podríamos decir que la participación correspondía prácticamente a la media. Por tanto, no existen motivos para pensar que el porcentaje varíe mucho ni a la baja (hasta 4,5 puntos) ni al alza (2,4 puntos más). Estos datos son fiables puesto que la participación se ha mantenido estable dentro de estos límites en todo tipo de situaciones.
Organización política.
Por ella entiendo la política de coaliciones pre-electorales entre partidos. Creo que ésta va a ser realmente la clave de los resultados del 26J.
El sistema electoral español se diseñó con el objetivo de favorecer las mayorías y la representación territorial (nacionalidades) y penalizar a partidos pequeños de carácter nacional. Dos son sus características fundamentales, la circunscripción territorial y la ley D´Hondt. En base a ellas, el 20D los resultados castigaron enormemente a los partidos con baja implantación en las provincias más pequeñas (rurales), así como los “restos”, es decir, los votos que como se dice a nivel popular “van a la basura” porque no sirven para obtener representación, bien al no alcanzar el partido que los recibe el porcentaje mínimo exigido en la circunscripción, bien porque habiendo superado este porcentaje no sean los suficientes para obtener escaño. Hay provincias, básicamente las pequeñas, donde con más de un 15% de los votos un partido se puede, y de hecho se queda, sin escaño. De ahí el interés de coaligarse, eliminar los “restos” y arañar escaños que en muchas ocasiones se deciden por apenas unos cientos votos.
Vayamos a los datos concretos.
En las elecciones del 20D hubo un partido muy perjudicado por la ley electoral, Izquierda Unida (IU). Este partido obtuvo 923.105 votos pero sólo 2 diputados por Madrid. Así que solo le resultaron “útiles” 189.237 votos del total. Esto quiere decir que IU tiene en “restos” 733.868 votos, motivo por el cual IU y Podemos han decidido coaligarse y aprovecharlos electoralmente. La evidencia es abrumadora si IU y Podemos hubiesen ido coaligados el 20D y el resultado hubiese sido: PP perdería 8 escaños (quedaría en 115), PSOE perdería 1 (89), C’s perdería 4 (36) y la coalición Podemos-IU ganaría 14 más 2 de IU por Madrid para un total de 85, todo esto tan solo con “confluir”.
Como verán un absoluto vuelco electoral que se produce sólo en base a pactos y que no requiere acceder a nuevos votantes ni trasvase de votos entre partidos. Es más, dado el número de votos de IU que fueron desaprovechados el 20D, la coalición Podemos-IU podría permitirse perder votantes y aun así mantener el efecto, ya que la mayoría de los escaños que ganarían serían asignados por un número pequeño de votos.
Con estos números en la mano se pueden aventurar varias cosas. En primer lugar, que el 26J la izquierda estará en disposición de formar gobierno ya que, a diferencia del 20D, su política de alianzas le permitiría una mayoría cualificada. En segundo lugar, en este nuevo reparto de escaños el PSOE no se vería afectado, la disputa se produciría entre Podemos-IU, PP y C’s. Por tanto, dado el sistema electoral y la estructura sociológica del votante socialista, el “sorpasso” de Podemos al PSOE no se produciría a no ser que hubiera trasvase real de votos. En tercer lugar, PP y C’s caerían en escaños incluso manteniendo el 26J todos sus votantes.
Obviamente, de aquí a las elecciones del 26J pueden ocurrir muchas cosas que provoquen transferencia de voto pero eso ya cae dentro del terreno de la especulación.